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jueves, 6 de mayo de 2010

Socorro


Miro la ciudad, sus calles repletas
de ladrillo, penumbra de farolas,
bajo ellas, alquitrán degastado por los pies
de un océano de pasos anónimos,
camino -y  entonces-, eludo el llanto
de socorro, me escurro por sus calles
como un río amortiguado en busca de marismas.
La ciudad no habla, aplica un lenguaje imperceptible,
apenas un lamento cotidiano
desierto de esperanza:
Una voz cercana -yo diría casi mía-,
abandonada a ese tirano que es el viento
que,
         como un buitre cebándose en la acera,
te destierra a otros territorios, ya remotos,
donde irás a morir sin darte cuenta.

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