Qué añejo
el sabor de esta tarde vasta
y rigurosa,
qué amargo el café y el templado
sonar de
las palabras,
qué
profundas las horas pesadas como párpados.
Qué largas
las lanzas, qué afanosas las pisadas,
poderosas, marchando como ejércitos,
uniformes,
seguras, maquilladas
como putas:
colonias de caricias,
carmín
reseco y áspero.
Sin
embargo, sigues convencida que me quieres.