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lunes, 10 de mayo de 2010

Nueva cara

Como el propio título dice y como os habréis dado cuenta (al menos los más observadores) el blog presenta unos pocos pero considerables cambios con la idea de hacerlo más funcional, más práctico y (al menos se ha intentado) más agradable.

Espero que os guste esta nueva versión del blog que tengo la intención de seguir mejorándola en lo sucesivo, cuando vuelva a sacar algo de tiempo, así como su futuro contenido.
Un saludo a todos.


viernes, 7 de mayo de 2010

Una tarde cualquiera

Una tarde cualquiera, sí, cualquiera,
no una de esas que se inmortalizan en otoño
de alfombrados parques y guitarra en las aceras,
no, dije una cualquiera,
de aquellas que desfilan por delante y, si acaso,
apenas si dejan el roce del trinar de
un par de pájaros en la memoria,
la mirada vacía y el corazón abierto.

Pero no, yo hablo de otras tardes, una cualquiera,
de esas que se forjan lentamente en la trastienda,
una tarde sin fecha,
sin hora exacta o mes predefinido.
Una, en la que nadie recibió noticia más
cardinal que la rutina misma aborrecida,
esa prisión tan (des)humana de humo
y tiempo carcelero.

Pero tampoco, no, piensa una tarde cualquiera,
una sin amantes, ni de besos escondidos,
sin caricias, ni ruegos, sin perdones,
Una tarde baladí y pasajera,
que dio igual si de mayo o de septiembre,
descobija, apenas deshonrada por el viento,
fardel de los minutos inservibles.

Pues bien, allí me vi,
en esa tarde, tan gris y anodina,
que de lejos, era la vergüenza de las tardes,
yo, poeta bobo, me di cuenta que te amaba.

jueves, 6 de mayo de 2010

Socorro


Miro la ciudad, sus calles repletas
de ladrillo, penumbra de farolas,
bajo ellas, alquitrán degastado por los pies
de un océano de pasos anónimos,
camino -y  entonces-, eludo el llanto
de socorro, me escurro por sus calles
como un río amortiguado en busca de marismas.
La ciudad no habla, aplica un lenguaje imperceptible,
apenas un lamento cotidiano
desierto de esperanza:
Una voz cercana -yo diría casi mía-,
abandonada a ese tirano que es el viento
que,
         como un buitre cebándose en la acera,
te destierra a otros territorios, ya remotos,
donde irás a morir sin darte cuenta.